jueves, 10 de junio de 2010

DIEZ FALACIAS SOBRE EL SOFTWARE LIBRE


Falacia número uno: El software libre es de peor calidad que el software propietario

En principio, parece lógico que así sea: el software propietario está desarrollado por profesionales altamente cualificados que, se supone, son buenos en su trabajo. Pero tienen un problema: tienen prohibido colaborar entre ellos. Como el software propietario es secreto, si yo trabajo en la empresa A y usted en la empresa B, no podemos compartir nuestros conocimientos aunque estemos trabajando en el mismo tipo de programa. Nuestras empresas nos obligan a firmar un contrato de confidencialidad para impedirnos hacerlo.

Así, tal vez usted haya pasado meses desarrollando una nueva característica de su programa que a mí me vendría como un guante, pero yo no podré usarla. Tendré que dedicar varios meses haciendo lo mismo, repitiendo algo que ya estaba hecho. Por supuesto, a usted también puede ocurrirle lo mismo, y así es muy difícil avanzar. Si el conocimiento científico hubiera prosperado de ese modo, aún creeríamos que la Tierra es plana.

En cambio, si los dos trabajamos con software libre, cada uno tiene total acceso al trabajo del otro, por lo que técnicamente el software libre puede avanzar mucho más deprisa que el software propietario, donde unos y otros se dedican a ponerse zancadillas. Además, en el software libre trabajan cientos de miles de voluntarios, algo que no puede permitirse ninguna empresa privada, por grande que sea.

Falacia número dos: El software libre es difícil de usar

No más que cualquier otro software. Esta falacia proviene de los primeros tiempos de GNU/Linux. Entones, era un sistema ciertamente más complicado de administrar que los sistemas Windows. Pero hoy no sólo es sencillo instalar y administrar GNU/Linux, sino que, ante cualquier problema que nos surja, tenemos a una distancia de un clic de ratón una enorme comunidad de voluntarios dispuestos a ayudarnos.

Falacia número tres: El software propietario es más útil que el software libre

Veamos qué ocurre cuando compramos un software propietario. Nos venden el programa tal cual, sin posibilidad alguna de manipularlo. Si detectamos un error, o echamos en falta una función, o simplemente queremos adaptarlo a nuestras necesidades, nos resulta absolutamente imposible. Como mucho, podemos ponernos en contacto con el fabricante y decirle: “necesito que el programa haga esto y lo otro”, y el fabricante nos dirá: “ah, sí, bueno, dentro de un par de años saldrá la nueva versión y podrá comprarla”. Con un poco de suerte, en la nueva versión habrán incluido nuestras modificaciones. O no.

Si el software fuese libre no pasaría eso, porque nosotros adquirimos no sólo el programa ejecutable, sino también el código fuente y la documentación, es decir, todo lo necesario para modificarlo. Si somos programadores, podemos adaptarlo nosotros mismos. Si no lo somos, podemos contratar a un programador y decirle: “oye, necesito que el programa haga esto y lo otro”. Y cualquier programador competente será capaz de hacerlo.

Falacia número cuatro: El software libre no tiene copyright

Nada más lejos de la realidad. El software libre también tiene copyright: la llamada “licencia GNU-GPL” (GNU General Public License). Dice, a grandes rasgos, que el software publicado bajo esa licencia se puede usar, copiar, distribuir y modificar libremente, con una sola condición: que cualquier versión modificada y/o distribuida tiene que acogerse también a la licencia GPL. Si alguien coge un software libre, lo modifica y trata de publicarlo como software propietario, está infringiendo el copyright original.

Falacia número cinco: El software libre es gratis

Este error común proviene de la expresión inglesa para referirse al software libre, free software. En inglés, free significa “libre”, pero también “gratis”. En español, con la denominación “software libre” no cabe duda de a qué acepción del término nos referimos.

El software libre puede ser gratis o no. Eso depende del distribuidor. Si usted desarrolla un software libre y quiere venderlo (y encuentra un comprador), es muy libre de hacerlo. También puede vender los manuales, el soporte o cualquier otro servicio que se le ocurra. No tiene nada que ver con que el software sea libre o no.

Falacia número seis: Software libre y open source son la misma cosa

El open source (código abierto) es un movimiento paralelo al software libre, pero distinto. Parten de presupuestos distintos pero muchas de sus conclusiones son similares. El movimiento open source es básicamente utilitarista. Sugieren que debemos publicar los programas con su código fuente para lograr que avancen tecnológicamente más deprisa gracias a la colaboración de la comunidad. Esto se ha demostrado que es cierto, y es una de las razones del éxito del software libre.

Pero el software libre es mucho más: es una filosofía de vida. El software debe ser libre porque es un bien común, y como tal debe compartirse entre los que lo necesitan. Las empresas que fabrican software propietario quieren que los usuarios no compartan los programas, la información ni el conocimiento, y esto es malo para la sociedad en su conjunto, aunque sea bueno para las cuentas corrientes de esas empresas.

Falacia número siete: Los usuarios de software libre son “piratas”

“Pirata” es un término peyorativo que las grandes empresas privadas, con la intestimable colaboración de los medios de comunicación afines, han logrado imponer para hacer ver a la sociedad que compartir es algo malo. Si un amigo me pide un libro, seré un buen amigo si se lo presto. Si un amigo me pide un programa de ordenador, seré un pirata si se lo presto. Observen la doble moral.

Los miembros de la comunidad del software libre piensan que el software debería distribuirse libremente entre quien lo necesite, y que eso redundaría en un beneficio social superior al posible beneficio económico que ciertas empresas puedan obtener con el software propietario. Eso no quiere decir que lo hagan, porque, cuando hablamos de software propietario, ayudar a tu amigo es un delito penal que puede acabar con tus huesos en la cárcel. En su lugar, han desarrollado una enorme variedad de programas de todo tipo bajo la licencia GNU-GPL, que asegura que esos programas son y siempre serán software libre.

Falacia número ocho: Los programadores no pueden ganarse la vida trabajando en software libre

Esta es, como mínimo, una afirmación aventurada. Si todo el software existente se liberase de pronto por imperativo legal, parece evidente que muchas empresas que actualmente viven, en esencia, de tener a sus clientes cogidos por el cogote, desaparecerían o sufrirían una importante transformación. Por otra parte, el software experimentaría un enorme avance tecnológico en muy poco tiempo, y aparecerían empresas nuevas. Además, los clientes del software libre necesitarían contratar programadores para adaptar los programas a sus necesidades, como exponíamos en la falacia número tres.

Los programadores que trabajasen en software de gran difusión se podrían ganar la vida fácilmente con las contribuciones voluntarias de los usuarios. Si a mí me resulta útil un software en particular, no me importa pagar voluntariamente con unos pocos euros para asegurarme de su mantenimiento. Esto ocurre en la actualidad con muchos programas libres, y sus creadores viven con el fruto de un trabajo que, encima, les gusta.

Pero es que, además, el 90% del software que se desarrolla en el mundo es hecho a medida, esto es, hecho para una empresa como respuesta a un encargo concreto. Esa empresa pagaría por el software, independientemente de que fuera libre o propietario. Por lo tanto, los programadores seguirían ganándose la vida programando, aunque no es posible predecir si habría más, menos o los mismos programadores que en la actualidad.

Falacia número nueve: Linux es un sistema operativo de software libre

Vayamos por partes. Lo primero que debe quedar claro es que Linux no es un sistema operativo. Linux es el núcleo de un sistema operativo, pero un sistema operativo tiene muchas más cosas (¡pero muchas!).

El proyecto GNU (léase “ñú”) se inició en los años 80 de la mano de Richard Stallman con el objetivo de construir un sistema operativo libre compatible con Unix. Cuando Linus Torvalds liberó su núcleo de Linux, el proyecto GNU estaba muy avanzado, pero andaban atascados con el núcleo de GNU. Así que decidieron usar el núcleo de Linux y acoplarlo al resto del sistema GNU.

Por eso, el nombre correcto del sistema es GNU/Linux. Linux a secas no es un sistema operativo.

Otro asunto es el de las distribuciones. Una distribución es un sistema GNU/Linux al que una empresa ha añadido un número determinado de programas adicionales y un programa de instalación. Esa empresa lo empaqueta todo en un DVD y lo distribuye. Así tenemos diferentes distribuciones de GNU/Linux, todas con el mismo sistema pero con distintos programas de instalación y un conjunto de aplicaciones ligeramente distinto. Las distribuciones tienen nombres exóticos como Debian, Ubuntu, Suse, Red Hat, Fedora, etc.

Pues bien, prácticamente todas las distribuciones GNU/Linux incluyen algunas aplicaciones que no son software libre. A las empresas que elaboran la distribución no parece importarles la filosofía del software libre, así que lo incluyen con desconocimiento, la mayoría de las veces, de los usuarios, que creen estar usando un sistema 100% libre. Esto puede provocar problemas en el futuro. He aquí un peligro potencial y muy grave: imaginemos que un programa o una librería no libre tiene mucho éxito y se populariza. Por la propia inercia de la comunidad de software libre, empezarán a desarrollarse nuevos proyectos basados en ese software. Si un día el propietario decide cambiar la forma de distribución de su software, convirtiéndolo en software propietario que no puede copiarse ni distribuirse libremente, puede apropiarse de todo el trabajo posterior que él ni siquiera ha realizado. Y si el software se ha hecho lo bastante popular como para que muchos usuarios dependan de él, no cabe duda de que pasarán por el aro y se habrán vuelto a convertir en usuarios de software propietario casi sin darse cuenta de ello.

Falacia número diez: El software libre atenta contra la libre competencia

Esta es una de las críticas más habituales de los autodenominados “liberales”. Defienden que la libre competencia en el mercado es el mejor incentivo para que el software avance tecnológicamente. Eso podría ser cierto si las empresas que fabrican software compitieran limpiamente entre ellas para ver quién saca el mejor producto, pero la realidad es que no compiten limpiamente. Y eso no beneficia el avance tecnológico, sino que más bien lo frena.

Si esas mismas empresas fabricasen software libre en un entorno de sana competencia (por ver quién desarrolla el mejor software), todos podrían ver los productos que los demás ponen en el mercado, y por lo tanto buscar formas de superarlos. El software mejoraría así muy rápidamente. Esto ocurre en cualquier otra área de la industria. Por ejemplo, si un fabricante de automóviles saca al mercado un motor revolucionario, sus competidores pueden estudiarlo y tratar de crear un motor todavía mejor. Pero cuando un fabricante de software saca un programa al mercado, sólo se hace público el ejecutable, es decir, una caja negra en cuyo interior hay una ininteligible serie de ceros y unos. Es como si el motor del coche se convirtiese en un montón de ceniza cuando intentáramos abrirlo para ver cómo está hecho. Esto no sirve a la competencia para tratar de mejorar el producto y, por lo tanto, en realidad está atentando contra la libre competencia.

lunes, 7 de junio de 2010

MITOS SOBRE LOS NUEVOS TV

Las pantallas de plasma emiten un zumbido molesto
En sus inicios, las televisiones de plasma emitían un sonido agudo y no funcionaban correctamente pero, actualmente vienen blindadas de fábrica para evitar molestias.

Las pantallas LCD duran el doble que un plasma
Es cierto que las pantallas de LCD poseen más tiempo de vida que un plasma, sin embargo, la diferencia no es demasiado un LCD tiene una vida útil de 15 años más menos, mientras que un plasma tiene 11 años de vida.

Mostrar imágenes fijas en un plasma afecta la pantalla
Cuando recién salieron las pantallas de plasma se podían dañar al desplegar una imagen fija durante las primeras horas de uso, sin embargo, los modelos actuales han resuelto ese problema y la posibilidad de que se presente es muy remota.

Las pantallas LED duran para siempre
Falso, los focos LED son extremadamente eficientes pero no inmortales. Aun así destaca su duración, que en ocasiones duplica el tiempo de vida a comparación de las pantallas LCD.

TELEVISORES OLED

Lo Bueno
Color y contraste inigualables
Poseen el mejor ángulo de visión
Bajo consumo de energía
Mayor duración
Pantallas ultradelgadas (1 mm)

Lo Malo
Escasa disponibilidad
No superan las 15 pulgadas
El precio más alto del mercado

El potencial de las pantallas OLED es enorme, por ello diversas compañías se encuentran trabajando a full para sacar modelos con pantallas más grandes.

Su concepto se basa en un material orgánico con capacidad propia para emitir luz, sin requerir de alguna fuente de iluminación adicional.

Las pantallas OLED pueden ser dobladas y adaptarse a muchos tipos de formas diferentes. Para demostrar lo que nos espera el futuro, Sony presentó una laptop con pantalla y teclado OLED, así como un atractivo brazalete con funciones de reproductor multimedia basado en dicha tecnología.

Pantallas que pueden sumergirse en el agua, adaptar formas únicas y doblarse mientras se encuentran en operación, además de contar con la mejor calidad de imagen. Todo parece indicar que el concepto OLED formará parte de nuestra vida diaria, basta esperar una reducción en los precios.

TELEVISORES PLASMA

Lo Bueno
Económico en tamaños superiores a 40”
Mayor ángulo de visión que el LCD
La mejor reproducción de color negro

Lo Malo
Menor resolución por pulgada que los LCD
Reflejos en la pantalla
Pantallas pesadas

Las pantallas de Plasma son conocidas por lograr niveles de contraste mayores. A diferencia de las pantallas LCD, la tecnología consiste en una serie de pequeñas cápsulas llenas de plasma para dar vida a la imagen, cuando es necesario presentar el color negro, las cápsulas se apagan completamente dando como resultado un contraste casi perfecto.

No existen televisores de plasma pequeños, por lo general arrancan desde las 40 pulgadas y pueden llegar a gigantescas pantallas que superan las 100 pulgadas, sin un aumento de precio considerable.

La resolución por pulgada es menor que en el LCD, es por ello que podemos ver una cuadrícula cuando estamos demasiado cerca de la pantalla.

TELEVISORES LED

Lo Bueno
Color negro similar al plasma
Pantallas delgadas (2.5 cm)
Bajo consumo de energía
Misma resolución de una pantalla LCD
Sin peligro de imágenes congeladas

Lo Malo
Precio elevado
Poca variedad de tamaños

Consiste en un panel con la misma resolución de las pantallas LCD, iluminado por diodos emisores de luz, una especie de focos que pueden modificar el nivel de brillo en secciones diferentes logrando un color negro similar al plasma.
Las pantallas LED consumen hasta 40 por ciento menos energía que las otras dos tecnologías y son mucho más delgadas, en promedio tienen una pulgada de ancho.

Emiten menos calor y son más amigables con el medio ambiente, su instalación es relativamente sencilla e incluso pueden colgarse del techo. La única desventaja es el precio, que llega a ser hasta el doble de un LCD o plasma.

TELEVISORES LCD

Lo Bueno
Económico en tamaños menores a 40”
Mayor resolución que los Plasmas
Sin peligro de imágenes congeladas
Pantallas más livianas que el plasma

Lo Malo
Caro en tamaños superiores a 40”
El negro se ve como gris obscuro
Menor ángulo de visión que el plasma

Se trata de un par de cristales entre los cuales yace un líquido que genera las imágenes, los paneles LCD no producen luz propia, es necesario colocar una lámpara detrás del cristal para ver claramente.
La tecnología LCD tiene problemas al reproducir el color negro, que en el mejor de los casos termina viéndose como un gris muy oscuro, además, los colores pueden cambiar si es que no tienes la pantalla frente a ti.
Las pantallas LCD se encuentran disponibles en una gran variedad de tamaños y despliegan imágenes en alta resolución en casi todos los modelos.

domingo, 6 de junio de 2010

MENSAJES GRATIS A CELULARES

Aca un dato util para enviar mensajes de texto a cualquier compañia de telefonos desde internet.
Espero les sirva¡¡¡¡

LOS 10 PEORES INVENTOS TECNOLOGICOS SEGUN REVISTA TIME


La revista Time quiso realizar un singular reconocimiento a estos inventos que, pese a estar por meses en el laboratorio y dando vueltas en las brillantes cabezas de varios científicos, sencillamente no prendieron al mercado o bien dejaron a los consumidores preguntándose ¿realmente no pudieron hacer algo mejor?

1.- Segway: según Dean Kamen, su producto vendría a revolucionar la industria del transporte cuando apareció en 2001. Sin embargo, muchos no encontraron utilidad a esta especie de scooter y a otras tantas les dio vergüenza salir con su mejor pinta en dirección al trabajo luciendo un casco que no provocaba ni a los maestros de la construcción. Pese a lo anterior, Segway es usado en centros comerciales -es común ver a los guardias paseándose encima de su divertido vehículo- e incluso por aquellos turistas que hacen tours por lugares como los zoológicos.

2.- ¿Alguien usó ‘Clippy’?: El molestoso clip que hizo su estreno en Microsoft Office ‘97 tenía como misión ayudar a los usuarios con diversas tareas como escribir en Word. Sin embargo, después se hizo innecesario a medida que las personas aprendieron a usar los programas, por lo que su presencia y voz causaban la ira de aquellos que trabajaban en un PC.

3.- Nintendo Virtual Boy: lanzado en 1995, este dispositivo estuvo menos de 6 meses en el mercado de los videojuegos, principalmente, porque dificultaba la visión con su formato que se ajustaba a la cabeza del jugador y poseía rudimentarios gráficos en 3D. Además, Virtual Boy disponía sólo de 14 juegos en Estados Unidos y costaba cerca de 65 mil pesos lo que, para la época, significaba mucho dinero.

4.- Ford Pinto: este automóvil de 1971 es considerado uno de los peores modelos del mundo tuerca pues, al parecer, tendía a explotar cuando lo chocaban por la parte trasera. El problema, según la revista, es que salía más barato pagar las cuentas médicas de los afectados que hacer que tu Pinto volviera a rugir en las calles

5.- Betamax: En realidad, esta videograbadora introducida por Sony en 1976 no era un producto tan malo pero le tocó un competidor que supo encantar al mercado con una mejor tecnología, el VHS. Si bien su formato era más pequeño, Betamax sólo grababa hasta 1 hora de video a diferencia de los VHS que podían recopilar hasta 2 horas. Esta vital diferencia se convirtió en la sentencia de muerte del setentero gadget de Sony.

6.- Publicidad en formato Pop-Ups: la verdad, es que este tipo de anuncios publicitarios en la web sólo fueron increíbles durante el primer par de años durante la pasada década. Después, se dedicaron a molestar a los cibernautas que querían dirigirse a una página en particular (sobre todo cuando trataron de poner en la parte menos visible el botón de cerrar).

7.- La protección de Sony para que no copiaras su música a tu computador: la peor innovación contra la piratería la lidera esta empresa luego de que en 2002 inventara un software incluido en sus discos que prevenía el acceso a los datos (sólo permitía la reproducción). Sin embargo, los ingeniosos de siempre lograron derrotar a la costosa tecnología marcando con un lápiz permanente el borde del disco, lo que dejaba inutilizable esta barrera.

8.- Mascotas Virtuales: los Tamagotchis fueron los más populares. Pero los niños debían tener extremo cuidado con estas mascotitas pues, si las dejaban de alimentar o mimar durante un día, ellas podían morir inevitablemente. Frente a esta pérdida emocional, hacer que tus hijos dejaran de llorar era todo un desafío.

9.- La silla Hula-Hula: esta ambiciosa silla pretendía que hicieras ejercicio mientras trabajabas. Pero lo cierto es que no querrías que nadie te viera moviéndote como si estuvieras arriba de un torito mecánico. Además, este extraño artículo costaba 250 dólares (casi 133 mil pesos).

10.- Farmville: considerado por Time como “el juego más adictivo en Facebook”, se cree que la finca de animalitos y vegetales ha cautivado a tal punto al mundo que la adicción ha disminuido la productividad de las personas en el trabajo ¿acaso nunca cerraste la ventanita web de tu granja mientras pasaba tu jefe? jeje.